Al hijo de Violeta Parra
Estoy rabiosa. Estoy enojada desde que te fuiste sin decirme cómo se gana en el ajedrez. Sin enseñarme a agarrar bien el pincel y darle un sorbo de acuarela. Maldigo el día que te fuiste sin dejarme los cassettes de Silvio y la Violeta como herencia. Aunque me traje a mi casa todos los otros sin que nadie se enterara. Sigo enojada porque esa tarde que me viste correr hacia el atril no avisaste que la pintura estaba fresca, que los árboles no siempre mueren de pie. Me enoja recordar que no recuerdo cómo huele tu piel, toda negra y molida por la mina que te vio crecer en el valle. Maldigo tú Potrerillos y tú Ballenar, tu desierto de Atacama, tu cordillera que no recorrimos juntos. Maldigo el Copiapó que te vio nacer y yo no. Permanezco enojada desde hace quince años, desde ese día que te fuiste y no me contaste que Gracias a la vida lo había escrito una chilena y no una argentina como aseguraban en la escuela. Y cómo puede ser que nunca me hayas contado que tu padrastro, el segund